Cierre de año

Porque si está de ser, seguramente será. Y así es, como después de la tormenta, vino la calma. Esa maravillosa calma que llega cuando ni te la esperas ni te la piensas, porque tú ya te has acostumbrado a vivir bajo una incertidumbre cronificada en el tiempo, de la que sólo los que han pasado por ella saben la sensación de desasosiego y desamparo que se tiene.

Siempre he pensado, que los grandes acontecimientos y las mejores cosas, viene sin avisar. Como las buenas noticias que te cambian la vida. Como Carlota.

Entonces, poco celebras ya, porque en el fondo piensas: «Pues ha llegado». Sonríes. Y agradeces, de alguna forma, a la vida, a Dios o al karma que te hayan elegido para engrosar la lista de las buenas noticias. Y que a las puertas del 2022 solo atisbes a dar las gracias, llorar de alegría y recordarte: «lo hemos conseguido».

Por eso, a escasos días de terminar este año, me pienso y me cuido mucho. Extraigo lo mejor y lo menos bueno. Y elaboro aprendizajes mentales, que me van definiendo y construyendo como la persona que soy ahora. Sé que he cambiado, y agradezco la revolución interna vivida. Porque, el tiempo nos cambia, las batallas nos definen, pero la esencia queda intacta. A pesar de las circunstancias en las que vivimos, de la imperfección permanente, de mi madurez sesgada por una pandemia y del cuento que cambió; Estoy feliz, en paz. Porque al final, mi presente se va formando de rayos de esperanza, ilusión y energía por seguir siendo mejor para mí y para la niña que siempre fui.

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Mi nuevo yo

Mi nuevo yo es más liviano. Más sutil y despreocupado. Más lineal, con ciertos picos de intensidad y drama necesarios para que no se me olvide que, a veces, las batallas dejan marca. Mi nuevo yo, no planifica en exceso, no se obsesiona por lo que piensen los demás y consigue fluir de una forma más natural.

Mi nuevo yo, habla sin tapujos de lo importante, no encubre las emociones, pero evita regodearse en lo que pudo ser y no fué. Mi nuevo yo, es selectivo a la hora de hablar según el qué y con quién. Porque en este punto, quizás, prefiera escuchar más y hablar menos según el qué y con quién. De nuevo.

Mi nuevo yo, está en evolución constante, porque cuando tu vida en general está en pleno proceso de cambio y asentada bajo los cimientos de lo imprevisto y desconocido sencillamente se adapta a lo que viene. Y ahí, reside el reto en todos los aspectos de mi vida, y quizás, también de la tuya.

Mi nuevo yo, ya no espera gratificaciones instantáneas, aunque a veces, sin quererlo siempre hay algunas que hacen de aquello de lo que renegabas sea lo que te traiga más momentos de luz. Y eso, también es magia.

Mi nuevo yo, quizás tenga cierto desamor y melancolía, seguramente tenga resquicios del pasado deambulando por el submundo de lo que no pensamos diariamente pero que late constantemente. Por eso, cuando esto pasa, se revuelve, se desboca y me toca salir a su encuentro. Un auto rescate, una conversación conmigo misma que termina tiempo después con un balance y recordatorio constante de que todo es tal y como estaba de suceder.  

Entonces, me calmo. Analizo y vuelvo a extraer todo lo positivo que esta etapa me está reportando de una u otra forma. Y lo que tenga que venir vendrá, un día cualquiera, sin previo aviso y sin esperarlo. Porque si está de ser, seguramente será.  

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Cumplir etapas

Y me he dado cuenta, que solo el paso de los años, te da esa casi inquebrantable seguridad y madurez de afrontar todo lo que tenga que pasar. Desde hace algún tiempo atrás, no hay grandes celebraciones, ni pregunto disponibilidades ajenas, porque lo que más me gusta es dejarme sorprender y planear según vaya sintiendo. Entonces ahí te darás cuenta que están los que tenían que estar.

Siempre he pensado que es obligado soplar las velas. Pocas veces tienes la oportunidad de pedir deseos de forma tan altruista. Según la época en la que estés cumpliendo años, esta celebración puede ser concebida como una «losa social» por no tener ciertas características asociada a la edad ó por el contrario, una celebración por seguir respirando. Con el tiempo, encuentro más adeptos a la segunda opción.

La libertad que te proporciona cumplir años despojada de ciertas responsabilidades y con la satisfacción de enfundarte en un vestido de los 23 pocas personas la tienen. De ahí, y de otras cosas, viene toda esa paz mental y la constante observación, de que a pesar de la tormenta exterior, y haber cumplido un año más abocada a seguir moviéndome cuál sirena (ya experimentada) en aguas turbulentas, desconocidas y con oleaje no siempre a favor, salgo siempre a flote.

Quizás es esto mismo lo que me enseñó el año que dejo atrás; tener esa sutileza y energía más o menos constante de moverme como pez en el agua fuera de la zona de confort o de lo «socialmente» estipulado a la edad. Entonces me puedo dar por satisfecha. Gracias a mis 33 que tanto me han vuelto a enseñar.

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El arte de la aceptación

Ó el arte de la no frustración. Admiro ese poder intrínseco que tienen algunas personas de aceptar y fluir con todo lo no previsto que acontece en su vida.

Admiro el poder de aceptación y trabajo en ese sentido. Ese «digerir emocional» de cómo están las cosas. Ni bien, ni mal, sencillamente están.

Aprender a aceptar es un súper poder que nace de la voluntad y el esfuerzo diario de darle la «vuelta a la tortilla», de cambiar ese punto de vista y de evitar mirar atrás. Porque lo importante es cómo te desenvuelves en el ahora.

Aceptar se acepta todo. Pero los resquicios de frustración, tristeza y apatía hay que saberlos gestionar. Ése es el verdadero artista, el que hace de todo este proceso un episodio épico donde por supuesto la batalla siempre es ganada.

Quizás tú también formes parte de esa aceptación mundial de que las cosas, no siempre vienen como pensabas. Que hay piezas que no encajan y que a la película creada allá por los 2000 le faltan tramas y le sobran batallas. No te quedará otra, que aceptar el papel asignado; echarle imaginación, fortaleza y cierta dosis de comicidad para ver que lo importante nunca fue la sinopsis en sí, sino la forma en que el protagonista se hizo con todo.

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Levantarse es una obligación

«Triunfar en la vida no es ganar, es volver a levantarse» (Rafael Santandreu)

Parecía premonitorio cuando lo leía unos días atrás. Porque sí. A levantarse se aprende a base de caerse, de que te caigan y de que no las veas venir.

No es ceguera, son cosas que pasan.

La verdadera victoria nunca la verás, nunca será una victoria «al uso» de aquellas que te reportan un bien material o algo comúnmente aceptado por todos. Las victorias, a veces, vienen en silencio, sin demasiado jolgorio, en forma de vivencia, de amistad o de familia. Entonces, el verdadero éxito no habrá sido ganar en sí, sino haber aprendido que después de la caída siempre volviste a andar.

Ahí se forjará la verdadera resiliencia. Tus fortalezas y tú yo más puro.Te moldearás a ti mismo tantas veces como tropiezos tengas y conseguirás hacer una armadura a prueba de caídas libres.

Nunca sabrás cuándo te caerás, tampoco si habrá piedras por el camino, pero cuánto más preparad@ vayas emocionalmente sabrás reponerte más fácilmente.

Por último, deseo, espero y ansío que nunca cejes en el empeño de que levantarse, no es una opción, es una obligación.

Por ese brindis Carlos, y los nuevos comienzos

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15 meses y 28 días después

Este tiempo ha bastando para volver. Para tener ese estado «socialmente aceptado» de trabajadora. Ahora sé, que el trabajo no lo es todo, que este no define a las personas, que nada ni nadie es indefinido ni imprescindible, que lo único constante en la vida es el cambio; y que lo verdaderamente importante es la salud. Real.

1 año, 3 meses y 28 días después, no habido grandes cambios aunque, quizás el más significativo de todos, sea el que no se ve, pero tú, lo sientes. De aquí, aprendí también, que los cambios se hacen tangibles con el tiempo. 

Con m u u u u c h o t i e e e m p o.

Supongo que era necesario volver a los orígenes, familiares y laborales. Conectar con mi yo más profundo y practicar la auto compasión. Jugar con Carlota. Perder la vergüenza. Practicar más ejercicio. Construir Legos. Reconciliarme con los domingos. Valorar, aún más, la verdadera amistad. Devorar libros. Aprender a cocinar, de verdad. Pero sobre todo, ser consciente que a pesar de todo, siempre fui una privilegiada. Aunque yo, no lo viese hasta los últimos meses. 

Tenía que ser así. Pasado el tiempo, he aprendido que no por más desear las cosas salen antes. Que lamentarse solo alimenta tus pensamientos más tóxicos. Que aceptar no es resignarse; es vivir el presente con actitud y optimismo. Que todo pasa PARA algo. Y que, asimilado todo lo anterior, lo más importante es la versión que sacas de ti mism@ después de la tormenta: más resiliencia, más fortaleza y más confianza. Pues entonces, valió la pena.

Una vez leí que cuando no nos enfrentamos de forma consciente a las cosas, estas, se aparecen en forma de destino. En ese momento, supe que mi destino estaba escrito muchos años atrás y que solo bastaron dos palabras para que se hiciera realidad. 

1 año, 3 meses y 28 días después, tengo trabajo. Por eso, disfruto y valoro la oportunidad de volver a ser parte de aquello que siempre me gustó: comunicar. Me tomo mi tiempo antes de dormir para seguir agradeciendo lo afortunada que soy; y no solo por trabajar sino por haber aprendido, interiorizado y transformado aquello que tenía pendiente. Gracias.

«Lo que niegas te sometes, lo que aceptas te transforma» (Carl Gustav Jung médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo.)

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La no pertenencia a los lugares

Con los meses he aprendido a no tener esa sensación irrefutable y casi mágica de no pertenecer a esos lugares de los que nunca fui o que con el tiempo me di cuenta que no eran para mí.

A no pertenecer se aprende a base de vivir fuera de la zona de confort, por obligación o elección. De concebir cada día como algo diferente e irrepetible y a vivir con esa extraña, pero cada vez más nuestra, percepción, de que nada es para siempre.

Cuando careces del sentido de pertenencia hacia un lugar, no sufres ni lloras. Sencillamente vas y vienes. Un día llegas y al cabo de 2 meses y medio te vas. Con la misma sensación de no dejar demasiadas pertenencias emocionales por el camino, aunque a veces sea demasiado tarde.

No pertenecer a los lugares, te hace más libre, porque sabes, ya de un tiempo atrás, que en cualquier momento todo vuelve a cambiar y tendrás que volver a empezar.

Por eso, de los lugares en los que estoy, me quedo con la vibra, con las formas y sobre todo con las miradas. Entonces, fabrico un recuerdo y con él, esa maravillosa emoción que tenemos de volver a ella siempre que queramos.

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Carta a mi yo de 30

Empezaras la década de los 30 rompiendo lazos para volver hacerlos más fuertes y resistentes, pero esta vez, serán los que te unan, más que nunca a tí misma. Los primeros años estarán llenos de viajes, inquietudes y experiencias nuevas por descubrir. Nunca serás tanta luz y oscuridad al mismo tiempo. No te asustes, a veces hay que caer para volver a resurgir.
Con el tiempo te asentarás, y entenderás que todas las respuestas empiezan y terminan en uno mismo.Descubrirás el placer de observar todos los atardeceres de Madrid y aprenderás a descifrar que siempre hay estrellas que brillan más. Vivirás y amarás intensamente a partes iguales y descubrirás que hay tantas versiones de uno mismo como las que tú quieras mostrar. Seguirás estudiando y nunca lo dejarás, porque mantendrás intacta esa capacidad tuya de seguir sorprendiéndote con cada cosa nueva que hagas.

A veces querrás parar el tiempo y te comprarás una taza que te recuerde que los domingos en la mañana necesitarás el “pause”. Desarrollarás gran fortaleza mental y emocional para hacer frente a imprevistos personales e interpersonales. No te preocupes, contarás con personas que te guiarán de camino a casa.

Retomarás el barrio por unos años y vivirás confinamiento y auto confinamiento a partes iguales. Descubrirás el placer del autoconocimiento, el significado de las emociones y te adentrarás en el mundo de la meditación. Tu capacidad observadora se multiplicará y descubrirás el verdadero placer de leer un domingo en la tarde. ¡Quién no los iba decir! Serás parte de un grupo maravilloso y sentirás que a pesar de tener caminos diferentes tus amigas de siempre seguirán estando detrás del “Y tú, ¿cómo vas?”

Volverás a los orígenes profesionales de los 20 y te darás cuenta que ser parte de la solución de los problemas es más gratificante de lo que podías imaginar. Serás compensada y felicitada por ello. Nunca las miradas habían agradecido tanto.
Habrá tiempos de incertidumbre y días en los que nada ni nadie podrán darte la solución que esperas, pero ten por seguro que pase como pase todo, saldrás victoriosa.

Esto no será inmediato. Porque a estás alturas ya estarás curtida en eso de la resiliencia y la confianza. Con el tiempo te darás cuenta que no fué el camino lo que te hizo ser distinta, sino las tormentas que atravesaste mientras lo hacías.

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Todo lo que fué el 2020

Ni bueno ni malo, simplemente, el 2020 fué. Y a veces es mejor ser y estar, por eso de vivir pero sobretodo, de contar.

El año pasado, considerado mundial y personalmente como desestabilizador, ha sido cuanto menos transformador.

Y es que no hay nada más desafiante a la par que motivante que ser el resultado de una cadena de despropósitos medioambientales, laborales y emocionales conectados a un único sujeto; Tú mism@ como tu propio experimento vital.

Acontecimientos adversos, pandemia por medio y previas batallas de un tiempo atrás me han hecho adaptarme de la forma más sorprendente y sutil a lo que nunca me hubiera podido imaginar, en un momento de lo más irreal.

Poco más puedo decir, de un año que prometía ser apoteósico en cambios y cero en propósitos. Pues así ha sido. Por suerte, siempre contaré, que a pesar de todo, de aquel 2020, salí ilesa emocionalmente y más fuerte personalmente.

Edited with Afterlight

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La falta de oportunidades

No hay oportunidad. No hay ni un atisbo de apuesta por alguien con ganas, con energía, con inquietudes. El match con el trabajo tiene que ser compatible 100%, porque aquí no hay amor a primera vista, ni un vamos a ver cómo trabajamos juntos, ni un «tranquil@, que la formación la ponemos nosotros» y menos aún «confiamos en ti». Nadie confía en nadie. Aquí se apuesta sobre seguro. Y no les culpo. Todos queremos éxito en nuestras decisiones.

A veces, cuando vas sin un Cupido (ni padrino, ni amigos de por medio), la oportunidad reside en que seas un Dios/a y que sepas de todo. Que tengas años de experiencia y que por supuesto no hayas trabajado siempre en el mismo campo. Es decir, muchos años haciendo cosas diferentes. Complicado.

Debes venderte bien, aquí no hay cabida para titubeos ni inseguridades, tu eres el candidat@ perfecto. Aunque siempre te lo digan y nunca te elijan. No eres tú, son ellos. Eso, no lo olvides.

Agradece a los reclutadores que te den feedback de tu proceso, tan poco frecuente y tan necesario e importante como la contratación final…

No desesperes. Manténte en pie, continua con tu plan B, alumbrará tu camino cuando no sepas donde ir. No te obsesiones, llora cuando sea necesario y sobre todo permítete seguir disfrutando de lo que te hace feliz. A veces, las puertas cerradas son desvíos necesarios. Confía en ellos.

Ahora, entiendo a esas jóvenes (y no tan jóvenes) promesas del campo de especialización que sea, que recogen todo y se van. Se van lejos, empiezan desde cero y reniegan del retorno. Ahora, les entiendo. La búsqueda, a veces, rompe esquemas internos, fragiliza fortalezas y rompe fronteras, las de uno mismo y las de fuera.

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