Porque si está de ser, seguramente será. Y así es, como después de la tormenta, vino la calma. Esa maravillosa calma que llega cuando ni te la esperas ni te la piensas, porque tú ya te has acostumbrado a vivir bajo una incertidumbre cronificada en el tiempo, de la que sólo los que han pasado por ella saben la sensación de desasosiego y desamparo que se tiene.
Siempre he pensado, que los grandes acontecimientos y las mejores cosas, viene sin avisar. Como las buenas noticias que te cambian la vida. Como Carlota.
Entonces, poco celebras ya, porque en el fondo piensas: «Pues ha llegado». Sonríes. Y agradeces, de alguna forma, a la vida, a Dios o al karma que te hayan elegido para engrosar la lista de las buenas noticias. Y que a las puertas del 2022 solo atisbes a dar las gracias, llorar de alegría y recordarte: «lo hemos conseguido».
Por eso, a escasos días de terminar este año, me pienso y me cuido mucho. Extraigo lo mejor y lo menos bueno. Y elaboro aprendizajes mentales, que me van definiendo y construyendo como la persona que soy ahora. Sé que he cambiado, y agradezco la revolución interna vivida. Porque, el tiempo nos cambia, las batallas nos definen, pero la esencia queda intacta. A pesar de las circunstancias en las que vivimos, de la imperfección permanente, de mi madurez sesgada por una pandemia y del cuento que cambió; Estoy feliz, en paz. Porque al final, mi presente se va formando de rayos de esperanza, ilusión y energía por seguir siendo mejor para mí y para la niña que siempre fui.