Adiós a mis «yo nunca»

Espejo kintsugi

A las puertas de un año nuevo y salida de otro, y sin pretensión de hacer ningún tipo de balance, he observado que desde hace un tiempo atrás he echado por tierra todos mis “yo nunca” que en el pasado verbalicé.  

Creencias de base subjetiva, que verbalizas y enjuicias porque sabes que te va a suponer atravesar un remolino de emociones que quizás, no quieras, en ese momento atravesar. Entonces, sencillamente te creas este “mantra” para no hacerlo.

Este año, los he ido recogiendo, observando y aceptando. Porque, inevitablemente, me he ido dando de bruces con todos ellos, una lucha entre “mis yo nunca” y mis deseos, donde siempre ha ganado el deseo a explorar cosas nuevas. Porque la curiosidad siempre mata al gato, aunque sea emocionalmente hablando.

Y así me hallo, entre la satisfacción y el miedo ante lo nunca hecho y ahora realizado.

Ahorrémonos hacer una lista de “yo nuncas” porque tanto tú como yo sabemos que a estas alturas de vida saldríamos perdiendo. Y esto es lo que me deja el 24.

Un puñado de lecciones vitales y “salidas de tiesto” que en el 25 tendré que gestionar. Ante la aceptación semanal de que “nada está en nuestro control” voy lanzándome a lugares inexplorados para mí, donde no se controla nada, y hay más de un participante.

Quizás esto sea el principio de una nueva forma de vivir, de adaptarme y aceptar que nada es como me hubiera gustado que fuera y que sencillamente está bien tal y como es. Y esto, en sí, ya es un hito para mí.  

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