El arte de saber soltar

Quizás este sea uno de los grandes aprendizajes que hago de este 2023. Concebir el dejar ir como una oportunidad a través de un inevitable duelo. Un avance personal que conllevará dejar atrás aquello que no está alineado con tus inquietudes, deseos o valores. He soltado queriendo mucho. Y aquí, ya te he dicho todo.

Soltar es elegirse a uno mismo por encima de aquello en lo que ya no vibras igual. No es malo, ni bueno. Sencillamente es. No hay nada excepcional ni mágico detrás. Sí mucha tristeza y soledad que no todos saben sostener. Y éste, es el verdadero arte.

Cuando sueltas, tienes que estar preparado para atravesar el remolino de emociones que te van a invadir. Aquí no hay escudos, ni batallas. Solo un cuerpo inerte y conectado emocionalmente al tiempo presente, muchas manos amigas y varias lecturas de sábado.

Hay que apostar mucho por uno mismo e intentar quererse para tener voluntad de cambio. Mucha introspección y sesiones te ayudarán en el camino.

Soltar es un arte. Mini duelos sucesivos que se dan con personas, creencias, rutinas y hasta miedos. Suelto mi miedo a volar, cogiendo cuatro vuelos en 6 días. He soltado, he apostado por lo que quería y he sido tremendamente feliz.

Me he desprendido de mucho. He dejado libre relaciones que tenía cogidas, y en momentos complicados, algunas han vuelto, otras nunca se habían marchado y las que menos, inevitablemente se han ido. Supongo que la vida es eso: Soltar, ESTAR y avanzar. Y está bien.

A todo lo soltado, dejo este 2023. Y hago hueco para el nuevo. El que estará y me permitirá seguir avanzando.

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Funambulista emocional

Llevo algún tiempo siendo funambulista emocional. Ejercitándome asiduamente para entenderme y entender el cambio de paradigma social que me rodea.

Sobre una fina cuerda, atravieso la versión pasada de todo aquello que fuí y creía que era “para complacer” “para tenerme en cuenta” o sencillamente no alterar el orden “de lo normal” con una versión mucho más honesta, transparente, agradecida y disfrutona de mi ser.

Y así estamos, manteniendo el equilibrio y sosteniendome entre manos amigas a las que llamo y están. A las que me llaman y voy. Donde la admiración es mutua, y el «¿pero como te encuentras tú?» es el comienzo de toda conversación. Siempre están. Aunque a veces se me olvida. N me lo recuerda siempre.

Dicen que si consigues atravesarTE abres un mundo interior lleno de posibilidades, sin miedos ni creencias irracionales, con algún recobeco fácil de explorar y donde si te pierdes, ya sabes que hay un final. Donde impera el respeto, la sinceridad, honestidad y amor hacia uno mismo y donde la soledad es un estado más.

Admiro a todos los funambulistas emocionales que sin ningún tipo de pretensión, se lanzan a sostenerse, a caminar y atravesarse, contra todo pronóstico, de no salir ilesos, pero con la valentía y las ganas de que es necesario hacerlo para avanzar hacía uno mismo y hacia los demás.

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El verano está sobrevalorado

El verano está sobrevalorado. Se nos inculca “descansar” de seguido cuando lo ideal es descansar en mitad del camino. Los mejores viajes siempre son atemporales. Es un finde cualquiera, un puente marcado o unos días Santos.

Tenemos que estar alegres, ser sociables y salir hasta tarde solo porque es verano. Y “en verano la gente disfruta”, bueno, a ver, según se mire. Los mejores destinos siempre son mejores fuera de temporada. Y no me refiero al tema económico, sino al hecho de disfrutarlos en su esencia, desprovisto de turistas y en calma. No hay foto postureo ni reservas anticipadas, solo perderse es suficiente para darte cuenta de la inmensidad que tenemos ante nosotros.

Tenemos que estar conectados a la estación estival desde la emoción, y a mí, que no me sale. Por temas varios y temporales que no vienen al caso, me cuesta comulgar con esa frase de “El Verano es para disfrutar” entonces, ¿qué hacemos el resto del año?

Tengo conflictos internos con la estación en cuestión que seguramente en otro contexto vital no los tendría. Pero ahora sí, vaya por Dios. En trámites de aceptar el “ideal” de verano, me veo inmersa en días de teletrabajo, piscina, algún que otro plan y esperando nuevamente a esas vacaciones agosTILES que me recomiendan coger. Buenas fechas para no hacer nada, salvo terminar los libros pendientes, no pensar en exceso y seguir aceptando el flujo vital que me acontece. Nada nuevo, salvo yo, que cada año me metamorfoseo en una versión diferente, adaptada a los nuevos tiempos que corren. No sé si buenos o no, prefiero observarlos, descubrirme y pensar a posteriori que no fue para tanto. 

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Quien no arriesga, no gana

Dicen que para conseguir algo, tienes que arriesgar, y si no lo consigues, ¿vale la pena arriesgar? Mi ser consciente, diría que sí. Iría con todo, porque no pensaría en el futuro y en la contrapartida emocional de no conseguir lo que te hubiera gustado tener. Es el ser más inconsciente que conozco a pesar de su naturaleza consciente, porque tira con todo y todos, porque arrolla opiniones no pedidas y hace que estés más viva.

Desde hace un tiempo atrás dí alas a mi ser consciente, le di más libertad y presencia en mi día a día, le confié todos mis miedos y pensamientos futuros para que me arrastrase al presente más efímero y puro que haya podido imaginar. Y viví intensamente. Viví sin saber que pasaría mañana, cómo gestionaría el futuro más inmediato, pero con la certeza firme de saber que ahí es donde quería estar. Y no me puedo quejar; porque me ha traído momentos de luz, recuerdos vibrantes y aprendizajes vitales. Arriesgué, y gané en el camino. Arriesgué, sin haberme perdido.

Mi ser consciente

Mi ser incosnciente me acecha últimamente con todas las debilidades que tengo, me perpetua en un pensamiento tóxico del que la mayoría de las veces consigo salir. Y me cuestiona si acaso sigue valiendo la pena arriesgar, aunque sea para caer en la cuenta de que a veces hay que soltar, para quién sabe si, esta vez sí, ganar.

Ójala todos arriesgásemos. A sabiendas de no conseguirlo. Con alta dosis de miedo e inconsciencia. Pero con la determinación y esperanza de que si existe una mínima posibilidad de ganar, lo haremos; con la certeza de que lo mejor que te puede pasar es que lo consigas y lo peor, es que disfrutes del camino. Entonces, si a pesar de todo, tu ser consciente sigue contigo, y no te dejas arrastrar por el remolino de tristeza, aprenderás que nada fué por casualidad y que todo, en el fondo, estaba de pasar. Entonces, vale la pena arriesgar.

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Feliz salida 2022

Nada hacia presagiar que el 2022 iba a ser un gran año. Y a pesar de haber perdido destellos de luz, sabiduría y domingos de charlas. El año se va con aires de valentía, seguridad y la confianza plena de que los próximos 365 días sigan al menos la estela que deja este. 

Entre todas las cosas que he aprendido, observado y vivido, puedo decir, y confirmo, que nada nunca deja de sorprendernos. El no estar esperando a que pase algo dió pie a que pasase todo, y que la improvisación, la conversación y la curiosidad dieran paso a viajes increíbles, conversaciones terapéuticas y descubrimientos personales.

Gracias Silvia, por captar el momento, y la luz

Vivir es esto; Agradecer, aceptar y dejarse llevar. Si consigues tener la actitud y convicción de que todo es tal y como debe ser, va la vida y te sorprende. Palabra. 

Aunque para llegar a este punto, haya un camino de voluntad plena por conocer las luces y sombras de uno mismo, abrazar las «imperfecciones» y aceptar lo que hay. Solo así conseguirás experimentar un desarrollo personal y emocional que empezó por leer un libro, continuó con una larga introspección y termina por sesiones mensuales. 

Al 2023, poco le puedo pedir, porque cuando no pides, viene todo. Ahí es donde  redescubres la ilusión y las ganas por seguir viviendo tal y como tiene que ser. Porque sabes que el camino y las puertas se abren al andar.

¡Feliz salida 2022, feliz entrada 2023!

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Relaciones del ’22

A las puertas de los treinta y pico, creo que hay una crisis en lo que a relaciones se refiere. Las llamadas relaciones líquidas, tan fluidas, inertes y llenas de sinsentidos que se te escapan de las manos y te preguntas si alguna vez ha existido. La falta de bidireccionalidad, el asqueamiento generalizado mezclado con la inocencia y entusiasmo que todavía perdura en algunas personas…hacen que ya no haya ni un mínimo de compromismo aunque solo sea para tomar un vino. Siempre blanco y siempre dulce.

Muchas mujeres de mi alrededor, fuertes, seguras y con una desarrollada inteligencia emocional se encuentran ante situaciones que carecen de sentido, comportamientos pueriles y una escasa involucracion en lo que a las cosas importantes se refiere. (Y no hablo del los stándares sociales.) Porque abunda el tener más de una por si la cosa se tuerce, nos quedamos sin satisfacción instantánea y placer inmediato.

Ya no se improvisa, ni se fluye en una sola dirección porque tener varios caminos abiertos y alimentar tu ego por partida doble o triple satisface más que el ir descubriendo las bondades de elegir el camino menos transitado y sin embargo más retador.

La falta de apertura emocional, la no claridad en los mensajes y la falta de cierto compromiso ante momentos simplistas hacen que los miedos y fantasmas del pasado florezcan ante un nuevo despertar con alguien que ni siqueras sabes si llegará a pasar. Y este es el gran punto de inflexión.

Pero lo intentas, porque el mundo, y sobre todo el amor, es para los valientes aun sabiendas de ser vencidos y a veces, sobrepasados.

PD: A todas esas historias de mujeres altamente cualificadas en todos los aspectos de sus maravillosas vidas, sensibles y fuertes que escucho y vivo de cerca, que han perdido la ilusión o están en trámites de dejar de creer e intentar.

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Los miedos

El no plan siempre es el mejor plan. El volver al silencio para mirar hacia dentro siempre fue el mejor de los viajes.

Una hamaca, aire freso y silencio son los elementos necesarios para descansar. Y no hacer nada, que ya es demasiado. No hacer nada es hacer todo aquello a lo que se tiene miedo. Miedo a la soledad, miedo al no plan, miedo a observarte por dentro, miedo a no saber, miedo a volver y no conseguir lo que quieres, miedo al fracaso, al rechazo, al goshting y todo lo que termine en -ing. El miedo, tan necesario para hacer todo lo que nos da miedo.

No es solo enfrentarse al miedo. Es desgranarlo, analizarlo y ver qué es lo peor que puede pasar a pesar del miedo. Entonces, si estás preparad@ para las consecuencias, estarás preparad@ para todo. Ahí, tendrás la solución, y te darás cuenta que los valientes no son los que trazan el plan, sino los que van a a la guerra. A sabiendas de saber que nada les protegerá, solo la convicción personal de que tener miedo no les salvará. Nada da tanto miedo como el hecho de no intentarlo.

Por eso, siempre me parecerá un buen plan el no plan. Ese lugar, donde el miedo no tiene cabida, porque se vive en presente, donde los planes futuros no existen y dónde pensar más allá del ahora no se estila. Ese lugar, donde siempre tendré una hamaca, aire fresco y silencio para pensar.

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Saber despedirse

Renunciar, alejar, apartar, esparcir…

No creo que en las despedidas. Despedirse de alguien es saber por adelantado que no le vas a ver más. Por ello, cada vez más, reniego un poco de los ritos, protocolos y demás procedimientos para decir adiós. Aunque en el fondo, sea un hasta la vista.

Mirando a Elena con pañuelo vintage

Siempre he pensado, que las personas no se van de nuestras vidas, sino que parte de ellas viven en nuestro recuerdo y un poco en la forma que tenemos de hacer determinadas cosas, y de tratar a las personas. Algo intrínseco, imperceptible y poderosamente mágico vive en forma de luz en alguna parte de nuestra alma. Aplico la generalidad a las que están pero no quieren estar junto a ti y las que irremediablemente la vida para ellos ya ha terminado, o empezado; según se mire.

Cuando alguien se va a ir, lo sabes. Algo no brilla con la misma intensidad, no tiene el mismo color o incluso es la mirada quien te avisa que ya nada será como antes. Vives en la incertidumbre constante de no saber cuándo dejarás de verlo/a.

Y es entonces cuando se va. Con la misma ligereza y parsimonia con la que se vivía los últimos días a su lado. Y descansa. Esta palabra, ya en su conjunto trae irremediablemente paz. La misma, la que a veces, no encuentras entre tanto barullo, pero está, un viernes de junio en el salón de tu hogar.

Los que se van, siempre están. En forma de recuerdo, en forma de pañuelo vintage, en forma de bolso, de vestido, de abrigo de felpa bueno, de los que pesan y quitan frío…

Por ello, no se me ocurre forma mejor, que seguir acordándome, de vez en cuando, de estos momentos; de los domingos… y de prácticamente, toda una vida fragmentada en anécdotas e instantes fugaces que me acompañan allá donde voy.

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Amigas Faro

Tengo algún que otro grupo reducido e inconexo entre sí de amigas faro que veo menos de lo que me gustaría. Por circunstancias varias, vivimos en diferentes contextos vitales ó incluso ciudades, pero de vez en cuando, surgen pequeñas alineaciones astrales y agendiles que me permiten seguir disfrutando de ellas. Son esas personas que te traen luz en medio de la tempestad, que hacen de las conversaciones mundanas un análisis de cómo y por qué pasan las cosas así. En las que hablar de meditación, emociones, ansiedad, relaciones y futuro es lo mas normal (y necesario). Porque como bien decía B, tenemos un pequeño foro. Donde cada palabra se convierte en toda una declaración de intenciones. Donde las experiencias son compartidas y vividas a tiempo pasado con más intensidad aún si cabe. Porque nunca una opinión fue más consejo y un consejo más un deber.

Ellas ponen, sin quererlo, el listón de la amistad y sus valores muy alto. El de los planes improvisados, o mejor dicho, los planes planeados, poniendo una cruz bien grande en el calendario, sabiendo con toda seguridad que nada ni nadie fallará a ultima hora, porque la prioridad somos nosotras. 

Es lo que tiene estar en otro mood emocional, en otra onda, o en otro universo. Que muchas veces pretendo que todas las conversaciones sean puras y llenas de emoción. Y no se puede, porque no todos estamos en el mismo punto de involucración. Porque no todos estamos en el mismo punto de autoconocimiento. Porque no todos sabemos tratar según qué temas y según con quién. Y porque el grado de empatía y respeto debe se superior al aplicado en cualquier otra situación. Y eso, requiere esfuerzo, compromiso y generosidad, pero sobre todo, mucho amor.

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Cierre de año

Porque si está de ser, seguramente será. Y así es, como después de la tormenta, vino la calma. Esa maravillosa calma que llega cuando ni te la esperas ni te la piensas, porque tú ya te has acostumbrado a vivir bajo una incertidumbre cronificada en el tiempo, de la que sólo los que han pasado por ella saben la sensación de desasosiego y desamparo que se tiene.

Siempre he pensado, que los grandes acontecimientos y las mejores cosas, viene sin avisar. Como las buenas noticias que te cambian la vida. Como Carlota.

Entonces, poco celebras ya, porque en el fondo piensas: «Pues ha llegado». Sonríes. Y agradeces, de alguna forma, a la vida, a Dios o al karma que te hayan elegido para engrosar la lista de las buenas noticias. Y que a las puertas del 2022 solo atisbes a dar las gracias, llorar de alegría y recordarte: «lo hemos conseguido».

Por eso, a escasos días de terminar este año, me pienso y me cuido mucho. Extraigo lo mejor y lo menos bueno. Y elaboro aprendizajes mentales, que me van definiendo y construyendo como la persona que soy ahora. Sé que he cambiado, y agradezco la revolución interna vivida. Porque, el tiempo nos cambia, las batallas nos definen, pero la esencia queda intacta. A pesar de las circunstancias en las que vivimos, de la imperfección permanente, de mi madurez sesgada por una pandemia y del cuento que cambió; Estoy feliz, en paz. Porque al final, mi presente se va formando de rayos de esperanza, ilusión y energía por seguir siendo mejor para mí y para la niña que siempre fui.

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