Mi nuevo yo

Mi nuevo yo es más liviano. Más sutil y despreocupado. Más lineal, con ciertos picos de intensidad y drama necesarios para que no se me olvide que, a veces, las batallas dejan marca. Mi nuevo yo, no planifica en exceso, no se obsesiona por lo que piensen los demás y consigue fluir de una forma más natural.

Mi nuevo yo, habla sin tapujos de lo importante, no encubre las emociones, pero evita regodearse en lo que pudo ser y no fué. Mi nuevo yo, es selectivo a la hora de hablar según el qué y con quién. Porque en este punto, quizás, prefiera escuchar más y hablar menos según el qué y con quién. De nuevo.

Mi nuevo yo, está en evolución constante, porque cuando tu vida en general está en pleno proceso de cambio y asentada bajo los cimientos de lo imprevisto y desconocido sencillamente se adapta a lo que viene. Y ahí, reside el reto en todos los aspectos de mi vida, y quizás, también de la tuya.

Mi nuevo yo, ya no espera gratificaciones instantáneas, aunque a veces, sin quererlo siempre hay algunas que hacen de aquello de lo que renegabas sea lo que te traiga más momentos de luz. Y eso, también es magia.

Mi nuevo yo, quizás tenga cierto desamor y melancolía, seguramente tenga resquicios del pasado deambulando por el submundo de lo que no pensamos diariamente pero que late constantemente. Por eso, cuando esto pasa, se revuelve, se desboca y me toca salir a su encuentro. Un auto rescate, una conversación conmigo misma que termina tiempo después con un balance y recordatorio constante de que todo es tal y como estaba de suceder.  

Entonces, me calmo. Analizo y vuelvo a extraer todo lo positivo que esta etapa me está reportando de una u otra forma. Y lo que tenga que venir vendrá, un día cualquiera, sin previo aviso y sin esperarlo. Porque si está de ser, seguramente será.  

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