El significado de la tristeza

Estar triste no es malo. A veces, se hace necesario para llevar todo. Vivimos tiempos tristes como sociedad aunque supongo que más de un@ vendría con esto de serie ya.

Pocas veces se habla del peso abrumador que conlleva estar triste. Esas pesas invisibles atadas al cuerpo que sin saber cómo te arrastran algún lugar donde la horizontalidad es un requisito fundamental. Ahórrense comentarios optimistas y frases de Mr. Wonderful (tan necesarias a veces y tan inoportunas en otras). Cuando de lo que se trata, aparte de estar, es de soltar progresivamente; por eso de no llevar el vaso demasiado lleno.

Se nos inculca luchar contra la tristeza y sonreír a toda costa, cuando de lo que se trata es de mostrar la emoción tal y cómo es para hacernos más fuertes, resilientes y saberlo gestionar. Y esto solo es apto para valientes que saben llorar.

Desde hace un tiempo no lucho contra aquello que no necesito ganar, sencillamente viene, me recuerda algo y luego se va. Y así con la mayoría de las cosas que vienen sin avisar.

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Después de todo y de nada

Aprendí a saborear cada copa, cada tapa y cada momento compartido con mis amig@s. Volví a sentirme privilegiada por seguir siendo parte de un todo aunque a veces algunas piezas se hayan perdido por el camino. A escucharme primero para luego poder decir no con firmeza y rotundidad.

A ser más libre sin perder la esencia y la inocencia que siempre me acompañaron. Fui más pausada y menos ansiosa. Y descubrí que no siempre fin de semana es sinónimo de salir.

Deje de pintarme los labios, para centrarme más en los ojos del que mira y en los ojos que son mirados. Me desprendí de los abrazos (tan necesarios) y los besos y aprendí a transformar palabras en el amor más puro y limpio que puedas imaginar.

De vez en cuando sigo haciéndome las mismas preguntas y alguna que otra vez vienen los mismos pensamientos, pero he aprendido a confiar en el azar o en lo que tenga que venir y acoger cada cambio y cada decisión como la mejor de las opciones.

Dejé de planificar a semana vista para hacer planes con dos días u horas de antelación .Y volví a conducir. Y a escuchar los discos de Shakira mientras lo hacía.

Hay cosas que se han parado, y otras, que irremediablemente no volverán a ser como antes. Por eso, ante la desorganización mundial, la falta de empatía y responsabilidad colectiva, me dedico a fluir, a reordenar mi caos personal para que este, sin duda, sea el mejor de mis momentos.

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Lo que aprendí (y aprendo) fuera de «la zona de confort»

-Si trabajas de cara al público debes mantener las buenas formas en todo momento.

-La gente no sabe aburrirse, irremediablemente necesitan una pantalla para llenar su viaje en metro con estímulos efímeros.

-Hay historias y circunstancias que irremediablemente pocas veces sabrás y aun así seguirás juzgando ciertas actitudes y situaciones.

-La educación y los valores empiezan desde pequeño. Muchos adultos están corrompidos por dentro justificando sus acciones al “me he cansado o soy así”.

-Hay gente irremediablemente atractiva e irremediablemente joven.

-Si miras en vez de ver, descubrirás que hay barrios con identidad propia, con matices y con historias de superación detrás.

-Cualquier situación de riesgo se termina por normalizar, se deja de tener respeto a la enfermedad y se saltan las normas, las reglas y hasta la empatía.

-Descubrirás que quien te quiere ayudar, aunque sea en la distancia y con falta de recursos lo hará vía whatshapp, vía comentario o vía foto. Cuando menos te los esperas. Menos mal.

-Cuando no hay nada que perder ni ganar, te lanzas. Arrancas el coche, pones el GPS y si te pierdes no importa, vuelves a empezar.

-Cada día será un comienzo nuevo. Una nueva oportunidad o un nuevo descubrimiento.Es quizás esto último lo que más valorarás de estar fuera de tu zona de confort. El dejarte sorprender S I E M P R E.

-Precisamente el «volver a empezar» no es una opción, es un estilo de vida, donde la palabra riesgo carece de importancia.

Cuando estás fuera de la zona de confort, hay menos miedo y más ganas. Más inquietudes y menos dramas. Más seguridad interna pero menos calma.


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Carlota

Hace justo un año no sabía la pequeña gran revolución que iba a suponer. Y llegó, con la fuerza de un tsunami y la delicadeza de lo que es coger por primera vez a un bebé

Ella no levanta ni diez palmos del suelo. Sus ojos son dos faros que guían cualquier oscuridad a la luz más pura y blanca que puedas imaginar. Observa, te mira y pocas veces parpadea, supongo que descubrir cosas nuevas a cada minuto debe ser realmente sorprendente.

Ella ha dado su primera vuelta al sol. 365 días llenos de amor, aprendizajes, algún que otro «drama» pero muchas muchas alegrías. Supongo que es lo que tiene cumplir un año de vida.

Pie de Carlota, 24h de vida

Da igual como haya sido tu día porque con ella aprenderás a relativizar y a ver que lo realmente importante está en contar bolitas, señalar todos los perros posibles y darse cuenta que más allá del carro hay todo un mundo por descubrir.

Ella jamás te pedirá explicaciones. Sin embargo, siempre te estará esperando, mirando de reojo y con la mejor de las carcajadas. Porque sabe que lo divertido es que vuelvas a verla gateando a la mayor de las velocidades por un salón que ya se le queda pequeño.

Del significado de su nombre dicen que «es de mujer fuerte, de noble inteligencia y con carácter», ya apunta maneras.

Sin embargo, creo que el mejor de los aprendizajes que puede tener es que el tiempo y en definitiva las circunstancias le ayuden a gestionar sus emociones. A identificarlas, etiquetarlas y saber que como vienen, también se van. (Ya me encargaré yo de guiarla).

Y a confiar, siempre confiar en que todo va a salir de la mejor forma posible o de aquella forma en la que suponga la mayor de las lecciones. Solo así, creo que será la mujer fuerte, inteligente y con carácter que dicen que es.

¡Feliz VIDA Carlota!

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Desencantamiento

Desencantarse como despertar del cuento que te habían contado. Como un abrir los ojos para verlo desde otro punto de vista. Como amanecer en invierno después de una eterna noche de verano.

Me he desencantado y con ello todas las historias planeadas en el futuro más próximo. Me he desencantado aún sabiendo de saberlo y queriendo hacerlo.

Desencantarse es como esa melancolía que ya ni duele ni agita. Solo tinta de un sabor agridulce ese «pudo y no fué» pues seguro que estaba de no ser.

Desencantarse, que no decepcionarse, es la forma más sutil, «friendly» y educada de decir «pues hasta aquí», sin lágrimas ni dramas de por medio pero con un punto de vista más maduro que solo te da el tiempo y las circunstancias que te ha tocado vivir.

En los últimos meses me he desencantado y desenamorado de muchas cosas. He dejado la idea romántica y pre establecida por la sociedad actual para tirar por otros derroteros, más inestables y un tanto farragosos pero sin duda más retadores.

Quizás ahí está la respuesta a todo. En lo retador, en el aprendizaje y en el pensamiento romántico de que la vida te da todo lo que necesitas. Tarde o temprano.

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Incertidumbre

Mientras pensamos qué hacer, lo que pasa es la incertidumbre. Dicen que es la falta de certeza sobre algo. Pero de lo que realmente se olvidan es de la falta de aire que produce. Se vive, se hace ejercicio y hasta se sale de vinos si se tercia, porque la falta de no saber, no es impedimento para no seguir.

La incertidumbre es la falta de confianza y de seguridad, de no saber algo futuro, por lo que irremediablemente va a ir acompañado de cierta ansiedad. No te preocupes, todas las emociones son buenas en su justa medida. Escúchate, analiza la situación y haz todo lo que esté en tu mano para que nunca te quede la duda de decirte «no lo intenté».

Gracias Carlos, por captar el pensamiento

La incertidumbre carece de camino asfaltado, de señales luminosas y de manual de instrucciones. Está intrínseca en eso de vivir. Y si un día cuesta más coger esa bocanada de aire es porque irremediablemente uno de tus pilares se ha visto sacudido por sus efectos.

No te preocupes, que no se cae. Solo que necesitaba una remodelación. Pues ya tienes tiempo. No es momento para reformas, pero hace poco alguien me dijo «son malos tiempos, pero solo para los mediocres.» Ya lo ha dicho todo.

Entre tanto, busca alternativas y planes. Gestiona tus opciones, rodéate de personas luz y extrae la esencia de lo verdaderamente importante. Así, no habrá incertidumbre ni falta de aire, siempre y cuando recuerdes que lo importante está AQUÍ, en el AHORA.

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El plan es el «no plan»

No hay un plan. Toda mi vida planificando todo para no tener un plan alternativo ni una vía de escape con sentido.

El mejor plan es el que no está. No hay vacaciones planificadas, ni futuro próximo trazado. Por no haber no hay ni guía de emergencia ni instrucciones de gestión personal. Que al final, me he dado cuenta que lo que verdaderamente funciona es escucharte y respirar. Es sentarte y contemplar sin juzgar. Sencillamente estar, pero sobretodo ser.

Aprender a no planificar es arduo. Siempre vas a querer tenerlo todo bajo control. O eso te gustará creer. No hay nada más peligroso que la creencia fehaciente de un futuro estipulado, al uso, de esos que planificas con 25. Error.

Bendito error si de lo que se trata es de aprender y crecer a la décima potencia sin perder un ápice de tu esencia, esa por la que siempre, siempre serás recordada. La misma que hará que traces el presente más inmediato a base de experiencias de última hora y emociones inesperadas, entonces sabrás que sin duda, ese era el mejor plan que podías no planificar.

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33 años tiene mi amor

El mío, mi versión más pura y magullada pero sin duda, la más ansiada. 33.

Bonito número y bonito día cuando de lo que se trata es de cumplir y saber todo lo que has crecido (sobretodo después de una cuarentena). Cuando cumples años mientras trabajas en tu próxima versión, no estás cumpliendo «un año más» estás brillando aún más.

Por el camino, grandes mentores. Faros de luz que han sabido guiarme y confiarme todo mi yo. Gracias. Algún que otro nubarrón y muchos más días de lluvia para florecer de la forma más viva y sutil.

33 años después, ni todo es para siempre ni nada es eterno. Ni todo es blanco ni todo es negro. No hay absolutos ni conjuros previos. Solo «cosas que pasan», la vida, te diría.

Y aunque siempre habrá piedras con las que tropezar y camino para andar, nunca estuve más preparada para volver a caminar.

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La lucha no es el camino

A veces, no es cuestión de lucha. Solo de aceptación, que no resignación. Es ese punto medio entre «esto es lo que hay» y esa fe interna e inquebrantable de «esto es lo que yo puedo hacer».

Esta, quizás sea la batalla más dura, silenciosa y latente que tendrás en tu vida.

Encontré el equilibrio cuando dejé de luchar conmigo misma y acepté que todo en mí está tan bien como siempre imaginé. Que la perfección ya está en nosotros, y que no depende de cuán bien te salgan las cosas sino de la excelente gestión que hayas hecho o de la lección extraída después de lo vivido. Esa es la verdadera victoria. No la olvides.

La lucha no es el camino. Nunca estuve tan en calma cuando afuera todo se derrumbaba. Nunca hallé tanta paz entre tanta guerra.

Cuando respiras como si fuese la primera vez y vives como si fuera el último día, pocas cosas resultan tan importantes como el simple hecho de seguir vivo.

Cuando dejas de buscar el «por qué» y te centras en el «para qué», cuando relativizas el 90% de tu día y te centras en lo que tienes y no en lo que no. Ese día, no lucharás, ni supondrás ni planearás, sencillamente vivirás.

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Empatía y otros valores

Según la RAE  f. Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos.

La empatía, ese valor, acción o sentimiento de saber ponerse en el lugar del otro. El valor de no ser egoísta y de tener esa capacidad de identificar o atisbar las emociones. La capacidad de aceptar y filtrar antes de opinar, juzgar o sencillamente hablar.

La empatía la tiene la gente que te quiere, pero de verdad, esas amig@s que no importa cual sea el tema a debatir o la conversación a empezar que desde el primer momento saben identificar el cómo te siente y no el por qué. Entonces no te juzgarán, sencillamente te escucharán.

La empatía se da o no se da. Son de esas tantas cosas que se forjan en la infancia y se asientan en la madurez. Como los valores. Como la libertad personal, la estima, la generosidad, creatividad, el respeto, la sinceridad, el compromiso…valores. Tan comunes y tan determinantes cuando se trata de querer.

Con el tiempo he aprendido a identificar mis valores, ponderarlos e intentar verlos en los demás. Solo así conseguirás saber, valorar y querer de verdad a los que te rodean.

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