No hay oportunidad. No hay ni un atisbo de apuesta por alguien con ganas, con energía, con inquietudes. El match con el trabajo tiene que ser compatible 100%, porque aquí no hay amor a primera vista, ni un vamos a ver cómo trabajamos juntos, ni un «tranquil@, que la formación la ponemos nosotros» y menos aún «confiamos en ti». Nadie confía en nadie. Aquí se apuesta sobre seguro. Y no les culpo. Todos queremos éxito en nuestras decisiones.
A veces, cuando vas sin un Cupido (ni padrino, ni amigos de por medio), la oportunidad reside en que seas un Dios/a y que sepas de todo. Que tengas años de experiencia y que por supuesto no hayas trabajado siempre en el mismo campo. Es decir, muchos años haciendo cosas diferentes. Complicado.
Debes venderte bien, aquí no hay cabida para titubeos ni inseguridades, tu eres el candidat@ perfecto. Aunque siempre te lo digan y nunca te elijan. No eres tú, son ellos. Eso, no lo olvides.
Agradece a los reclutadores que te den feedback de tu proceso, tan poco frecuente y tan necesario e importante como la contratación final…
No desesperes. Manténte en pie, continua con tu plan B, alumbrará tu camino cuando no sepas donde ir. No te obsesiones, llora cuando sea necesario y sobre todo permítete seguir disfrutando de lo que te hace feliz. A veces, las puertas cerradas son desvíos necesarios. Confía en ellos.
Ahora, entiendo a esas jóvenes (y no tan jóvenes) promesas del campo de especialización que sea, que recogen todo y se van. Se van lejos, empiezan desde cero y reniegan del retorno. Ahora, les entiendo. La búsqueda, a veces, rompe esquemas internos, fragiliza fortalezas y rompe fronteras, las de uno mismo y las de fuera.