Ni bueno ni malo, simplemente, el 2020 fué. Y a veces es mejor ser y estar, por eso de vivir pero sobretodo, de contar.
El año pasado, considerado mundial y personalmente como desestabilizador, ha sido cuanto menos transformador.
Y es que no hay nada más desafiante a la par que motivante que ser el resultado de una cadena de despropósitos medioambientales, laborales y emocionales conectados a un único sujeto; Tú mism@ como tu propio experimento vital.
Acontecimientos adversos, pandemia por medio y previas batallas de un tiempo atrás me han hecho adaptarme de la forma más sorprendente y sutil a lo que nunca me hubiera podido imaginar, en un momento de lo más irreal.
Poco más puedo decir, de un año que prometía ser apoteósico en cambios y cero en propósitos. Pues así ha sido. Por suerte, siempre contaré, que a pesar de todo, de aquel 2020, salí ilesa emocionalmente y más fuerte personalmente.