Somos mas felices viajando. Lo hemos comprobado. Y recomprobado por casi cuarto año consecutivo. Viajar es el antídoto de desaprender y desesperar. Viajar es una de las medicaciones comúnmente conocidas para “curar el alma”. Viajar, descubrir lugares nuevos y respirar oxígeno aumenta las hormonas del placer y la motivación (dopamina), el estado de ánimo (serotonina) y la felicidad (endorfina).
Lo importante son los efectos secundarios que suelen prolongarse en el tiempo y liberarse progresivamente según lo vayas recordando.
Viajar abre la mente, sacude tu espíritu y rompe tu rutina. Conocer te hace más libre. A veces pienso que nos preocupamos demasiado en preparar el viaje que en disfrutarlo, que queremos que llegue el día, que lo vivimos deprisa. Deberíamos viajar con lo puesto, con una mochila vacía y unas deportivas cómodas. Que no se nos resista la calle más empinada o la montaña más alta, que el aire cuanto más alto lo respires más puro es. Que los planes, cuanto menos preparados mejor salen. No tendrás expectativas, ni soñarás con el trayecto, ni llenarás la maleta de “por si acasos”. Viajarás mejor, más libre y quizás más feliz, solo por la ignorancia de no saber adónde vas, ni con qué ni quién te encontrarás.