Historia de una terraza

Me he enamorado, y ya es demasiado tarde para decir lo bien que estaba allí. No sé nada de su pasado, ni de las conversaciones que ha tenido que escuchar, las fiestas que ha debido de disfrutar, las barbacoas que ha tenido que hacer o las rondas de pin pon que habrá jugado. Lo mucho o nada que sé de ella se resume en ocho meses y medio de relación.

Una relación de altura, en una zona privilegiada dónde lo mismo veías a la asistenta haciendo la cama en la buhardilla de enfrente, al vecino de turno regar las plantas o como una gran columna de humo negro salía de algún céntrico edificio.

El verdadero disfrute de los lugares se da cuando estás en silencio. En silencio mental, que nada ni nadie te aturulle con sus cosas del día, que el wifi no llegue a la 4º planta o que el acceso sea exclusivo…Cuántos metros cuadrados llenos de disfrute, charlas, momentos de sol, brindis, farolillos de fuego, piñatas, comidas y minutos invertidos habrán pasado por la terraza de la calle Palma. Tiempo bien invertido en descansar, en disfrutar de las vistas, en no decir nada o decirlo todo en el espacio justo en el que dura una comida: 20 minutos.

Todo lo bueno y lo malo resumido en una terraza, azotea, patio o como lo quieras llamar, porque “el amor” no entiende de formas ni material.

 

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