Desde mi ventana veo la vida pasar. Ni más rápido ni más lento. En la justa medida en que tienen que pasar las cosas. Asomarse a la ventana es un soplo de aire limpio y fresco, es transportarte a lo que antes solía ser.
Es mirar todo desde otro punto de vista. No más triste ni más melancólico, sencillamente diferente.
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Porque cuando te sacuden tan fuerte, no hay lágrimas, ni vías de escape ni reproches. Solo silencio y relativa calma.
Estar en casa, es estar bien. Menos móvil y más descansar. Menos mensaje y más video llamada. Nunca el volver a las raíces fue tan sanador, a pesar de todo.
Mi ventana como escaparate de lo que pasa o como vía de escape cuando todo estalla. Nunca una ventana fue el objeto más preciado para muchos y punto de encuentro para otros.
Desde mi ventana siempre sale el sol, aunque en días como los de hoy predomina más el gris. No importa. Sé que mañana volverá a salir.
Desde mi ventana, el tiempo no vuela, ni corre, ni se para. Sencillamente pasa, como pasan los días intentando llenarlo de cosas que nunca volverás hacer. O sí.
Mi ventana como la mejor de las pantallas para ver y sentir que seguimos vivos, a pesar de los años, a pesar de los daños. Mi ventana como la mejor pista de despegue de proyectos más presentes que futuros.
Para, resetea y piensa que lo verdaderamente importante siempre lo has tenido y nunca lo has vivido tanto como ahora. Tu salud, tu familia, tus amig@s. Tu VIDA.